
El otro día como buena joven residente en Madrid centro, me destinaba hacia un lugar algo incierto, usé el medio de transporte más concurrido, si, el grandioso Metro de Madrid. Me fascina subirme al metro, parece raro ¿no?. Pues si, me fascina el Metro, al subirme a un vagón con toda esa cantidad de persona apretujadas como sardinas en latas; aquel olor repulsivo que irradian tantas personas; aquellos que van a su plena bola con cualquiera lectura o simplemente hacen se entretienen leyendo para no darles el sitio a la anciana cascarrabias que se poso delante de ellos; oír a los sin oficio sus canciones o sus pequeños relatos para pedir algún que otro euro, no digo yo que no sea cierto, pero a mí no me parece el medio más adecuado para buscar alguna que otra pela; algunas mujeres que llegan abrazando su bolso con SuperGlue, no las culpo la verdad, ya que con la sociedad de hoy en día, hasta los cacos se visten mejor que nadie, se vuelven irreconocibles; la nueva juventud llega formando jaleo, muchos los miran con mala cara, otros se unen a ellos, pero la mayoría no los soportan, pero de que se quejan, todos fuimos jóvenes en alguna vez. ¡Ahiba! Lo reconozco muy bien, yo estoy en plena y fugaz juventud.
El caso es que me desvié del foco de la entrada, "me cachis", es que ese día tan bonito de ida y vuelta en Metro, me encontré con uno de los profesores que me dejaron huella en la época de instituto, por no decir el único, y la verdad tenía muy buena relación con él, pero se jubiló y jamás lo volví a ver. Ese día iba como siempre, aturdido de tantos libros, siempre con algo que leer, buscando que aprender, queriendo entretenerse de la mejor forma posible, hasta soltando alguna que otra palabra en voz alta, y si, le miraba y le miraba fijamente, pero él no me regalo ni una de sus astutas ojeadas. Como sabrán para mí fue un gran palo, ya que después de haberme reventado los sesos por su asignatura, la cual nunca llegué a apreciar hasta que llegó su lengua tan didáctica, y nunca mejor dicho, lengua y literatura.
Era una persona tan elocuente, admirable y sabia, quizás habrá ganado con los años; bajito, tenía una mezcla fisica entre Freud y Cervantes, es la pura realidad, no miento; me inspiraba tanta confianza, tanta benevolencia, pero en ese momento no me recordaba, o no se dio cuenta de que estaba allí.
¿Seria mi color de pelo distinto? ¿Mi cara ojerosa que se va degradando con el tiempo?
Estábamos frente a frente, el con su lectura y yo fascina mirándole atentamente cada movimiento que realizaba, en ese justo instante saco un boli y escribió algo en un pañuelo, me echó una efímera mirada, la cual me dejó atónica. Y justo en ese momento se abren las puertas del Metro, si era su destino, Iglesias, ahí se quedó, pero para mi sorpresa, no había pasado desapercibida para él. Me sonrió y me regalo unas palabras "Un gusto verte Lucía", así se dirigió a mí y dejo deslizar encima de mi mano un pañuelo, si, el mismo en que le vi escribir unas palabras, esperé que saliese del vagón y decidí abrirlo. Lo abrí lentamente, ya este hombre me había jugado varias pasadas de este tipo, quizás tenía los mocajos en el pañuelo(jajaja) pero no, no fue así, la nota decía: "Has perdido tú misterio, no permitas que crucen fronteras". La frase me impacto, en el fondo sé que tiene mucha razón, pero ¡QUE MÁS DA!
Van pasando los años y voy perdiendo o ganando puntos positivos en mi vida, y no me arrepiento de nada, sé que todo lo que ha pasado en ella, ha sido porque así tenía ser, sólo queda ir recomponiendo los trozos buenos que se van quedando y colocando otros muchos mejores. Y le agradezco a ese profesor tantas horas a la semana de sabiduría y desarrollo cognitivo, me ayudaron en todo momento.
Ya me hubiese gustado que me dejará su número de teléfono, NOO y no es para ligar, que tiene como 60 años ¡Por dios!.
El caso es que me desvié del foco de la entrada, "me cachis", es que ese día tan bonito de ida y vuelta en Metro, me encontré con uno de los profesores que me dejaron huella en la época de instituto, por no decir el único, y la verdad tenía muy buena relación con él, pero se jubiló y jamás lo volví a ver. Ese día iba como siempre, aturdido de tantos libros, siempre con algo que leer, buscando que aprender, queriendo entretenerse de la mejor forma posible, hasta soltando alguna que otra palabra en voz alta, y si, le miraba y le miraba fijamente, pero él no me regalo ni una de sus astutas ojeadas. Como sabrán para mí fue un gran palo, ya que después de haberme reventado los sesos por su asignatura, la cual nunca llegué a apreciar hasta que llegó su lengua tan didáctica, y nunca mejor dicho, lengua y literatura.
Era una persona tan elocuente, admirable y sabia, quizás habrá ganado con los años; bajito, tenía una mezcla fisica entre Freud y Cervantes, es la pura realidad, no miento; me inspiraba tanta confianza, tanta benevolencia, pero en ese momento no me recordaba, o no se dio cuenta de que estaba allí.
¿Seria mi color de pelo distinto? ¿Mi cara ojerosa que se va degradando con el tiempo?
Estábamos frente a frente, el con su lectura y yo fascina mirándole atentamente cada movimiento que realizaba, en ese justo instante saco un boli y escribió algo en un pañuelo, me echó una efímera mirada, la cual me dejó atónica. Y justo en ese momento se abren las puertas del Metro, si era su destino, Iglesias, ahí se quedó, pero para mi sorpresa, no había pasado desapercibida para él. Me sonrió y me regalo unas palabras "Un gusto verte Lucía", así se dirigió a mí y dejo deslizar encima de mi mano un pañuelo, si, el mismo en que le vi escribir unas palabras, esperé que saliese del vagón y decidí abrirlo. Lo abrí lentamente, ya este hombre me había jugado varias pasadas de este tipo, quizás tenía los mocajos en el pañuelo(jajaja) pero no, no fue así, la nota decía: "Has perdido tú misterio, no permitas que crucen fronteras". La frase me impacto, en el fondo sé que tiene mucha razón, pero ¡QUE MÁS DA!
Van pasando los años y voy perdiendo o ganando puntos positivos en mi vida, y no me arrepiento de nada, sé que todo lo que ha pasado en ella, ha sido porque así tenía ser, sólo queda ir recomponiendo los trozos buenos que se van quedando y colocando otros muchos mejores. Y le agradezco a ese profesor tantas horas a la semana de sabiduría y desarrollo cognitivo, me ayudaron en todo momento.
Ya me hubiese gustado que me dejará su número de teléfono, NOO y no es para ligar, que tiene como 60 años ¡Por dios!.
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