Sí, me he enamorado de un asiático, japonés para ser más concreta. Tiene los ojos alargados como dos almendras y cuando frunce el ceño parecen dos globos cafés que me dicen ¿ha? ¿nani?, ¿su nariz? su nariz es una pequeña patita de un gatito, y sus labios, parecen dos pequeñas nubes que se juntan haciendo un circulo, los más sexis que he visto en mi vida. Su pelo es tan negro que por las mañanas cuando entra la luz del sol por la ventana y él está de espaldas en la cama, me parece por instantes que es azul, maravilloso.
Y que voy a decir de su cuerpo, me encanta cada parte de él. Desde su espalda tan ancha y formada, hasta sus piernas tan delgadas como las de una gallina. Podría recorrer con los dedos de mis manos, desde su cuello donde terminan los pelitos de su barba, pasar por la hendidura de su pecho y terminar tocándole los huevos, como siempre.
Sus manos, ¡ay! sus manos y sus pies, cada vez que los veo me apetece comerme cada uno de sus dedos, deliciosos. Los pelitos de sus brazos, de su pecho. Y lo más hermoso de todo, su sonrisa, es preciosa, os lo juro. Cada vez que le veo sonreír y me enseña esos dos enorme incisivos, sonrío interiormente y me digo, es él. Él lo ha conseguido.
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